miércoles, 21 de octubre de 2009

MOTIVOS DE PETICION DE EUTANASIA

Joaquim Bosch Barrera*

Introducción:

Pocas son las cosas que son seguras en este mundo. Que algún día moriremos es una de ellas. Pero, ¿deberíamos decidir por nosotros mismo cuándo debemos morir? ¿Qué podría motivarnos a acabar con nuestra vida? ¿La eutanasia es la única solución al dolor y sufrimiento en los momentos finales de la vida? ¿Qué papel debe desarrollar el médico ante el enfermo terminal?

Estas son algunas de las preguntas que intentaré responder a continuación. Para ello, he dividido el artículo en diferentes apartados sobre los principales motivos de petición de eutanasia que nos permitirán alcanzar respuestas sobre las preguntas antes formuladas.



1.1. El dolor:

Quisiera empezar con una anécdota real que es la única vez que un paciente me ha pedido la eutanasia. Se trataba del Sr. Ernesto, un paciente que ingresó por una cefalea (dolor de cabeza) intensa y continua. Además presentaba hiperalgesia del cuero cabelludo (el roce de la cabeza con la almohada le causaba un dolor de cabeza que no le permitía dormir). El paciente acudió al hospital tras consultar con varios médicos que no lograron solucionarle el problema. Por la historia clínica (que se acompañaba de claudicación mandibular intermitente) se orientó como posible arteritis de Horton (una inflamación de la arteria temporal de la cabeza). El paciente comentó que “si tengo que continuar así, me pongan una inyección y que se acabe todo esto, porque así no puedo seguir viviendo”.

Al Sr. Ernesto se le realizó una biopsia de la arteria temporal con lo que se consiguió diagnosticarle de arteritis de Horton y se le puso el tratamiento adecuado (glucocorticoides). El dolor de cabeza desapareció a las 24 horas de la administración de los corticoides y el enfermo se dio de alta al poco tiempo (evidentemente, no hizo ninguna otra referencia a la inyección que acabara con su vida, ya que se encontraba perfectamente).

Sin duda alguna, en este caso clínico vemos un ejemplo de buena praxis medica. El médico realiza una buena historia clínica, un buen diagnóstico y aplica el tratamiento adecuado. ¡Qué diferente hubiera sido el resultado de aplicar la inyección letal! (y eso que el paciente lo había pedido, ejerciendo su derecho de autonomía).

Uno de los grandes argumentos defendidos por los partidarios de la legalización de la eutanasia es justificarla como un acto de piedad hacia el dolor y sufrimiento del enfermo terminal: ¿para qué vivir una vida que no es digna de ser vivida? Enfocado el tema desde esta perspectiva, pudiera parecer humanitario aplicar la eutanasia, sin embargo, esta perspectiva es engañosa, ya que olvida que el dolor se puede tratar.

Hablemos un poco más del dolor. El dolor es una sensación fisiológica desagradable que percibimos a través de los nociceptores (receptores del dolor). Esta sensación tiene una misión, que muchas veces es indicarnos que algo no va bien: nos estamos quemando, te has roto la pierna,... de hecho, los peores tumores son los que no causan dolor, ya que crecen sin que nos demos cuenta y cuando los detectamos entonces la medicina es incapaz de curarlos porque ya se han malignizado y realizado metástasis. Una vez el dolor ya no nos es útil (porque ya sabemos la etiología que está causando dolor) es absurdo e inhumano mantener el enfermo en un estado de postración innecesario. Además, se ha demostrado que el tratamiento médico del dolor mejora también la evolución de la enfermedad del paciente, ya que disminuye todo un conjunto de cascadas de reacciones que se activan por el dolor y que sólo conducen a un peor estado de calidad de vida.

Como ya he dicho antes, hoy en día disponemos de baterías farmacológicas y un conjunto de técnicas quirúrgicas y no quirúrgicas (por ejemplo radioterapia para las metástasis óseas) que nos permiten controlar el dolor en el enfermo terminal [1].

Desde hace tiempo se ha dicho que la morfina y sus derivados acortan la vida a causa de su acción. Debemos diferenciar, sin embargo, que una cosa es acabar con la vida del enfermo para evitarle el dolor, y otra cosa muy diferente es tratar el dolor del enfermo, aunque esto conlleve como efecto secundario (como lo tiene cualquier fármaco) una disminución del tiempo de vida. Pienso que esta idea queda magistralmente expresada en la siguiente cita: “La medicina debe luchar contra el sufrimiento por causa de la persona y no debe irse en contra de la persona por causa de su sufrimiento” [2]. Debo decir, también, que este tópico sobre el acortamiento de la esperanza de vida por los mórficos parece demostrarse cada día más falso según expertos en terapia antiálgica, ya que, como ya hemos dicho, al tratar el dolor suprimimos reacciones que sólo conducen al deterioro del cuerpo, y por tanto, frenamos la muerte.

Finalmente, quisiera dedicarme brevemente a diferenciar dos vocablos, que muchas veces se utilizan como sinónimos, aunque no lo son estrictamente. En primer lugar tenemos el dolor, que es la sensación desagradable que tiene tratamiento del que ya hemos hablado. En segundo lugar está el sufrimiento. Muchas veces el sufrimiento se acompaña del dolor, aunque no es sólo el dolor. Sufrimiento es también la angustia ante la muerte, la nostalgia por dejar a los seres queridos, la ansiedad sobre la incertidumbre del más allá... Este sufrimiento no se puede tratar con pastillas (aunque depende del caso algún ansiolítico puede ayudar), sino que se debe tratar con humanidad (ya que es un problema que sólo tenemos los humanos, por ser seres racionales): escuchando, conversando, animando, consolando.... La tecnificación de la medicina ha producido como efecto adverso la deshumanización de los médicos, que sólo ven cuerpos enfermos y no personas enfermas en sus pacientes.



1.2. El sentimiento de inutilidad:

Recuerdo ahora el caso de la señora Teresa. Yo entonces era un camillero del Hospital Santa Caterina de Girona y debía ayudar a la señora Teresa a ir desde el sillón hasta el WC, ya que debía andar con un caminador y aún así había el riesgo de que se cayera. Una vez llegamos al WC, la señora se puso a llorar desconsoladamente mientras iba diciendo que ya no podía hacer nada, que ni podía ir al retrete sola, que sólo era una molestia para los demás. La verdad es que me cogió totalmente desprevenido esta reacción y lo más que pude decirle para animarla era que seguro que ella antes había ayudado a otros familiares enfermos y que ahora era de justicia que los demás le ayudásemos a ella. Seguro que hubieran habido muchos otros argumentos mucho más adecuados para la situación, sin embargo este surgió el efecto deseado y la señora se calmó. Cualquier persona que haya estado en contacto con enfermos convalecientes habrá experimentado algún caso similar de desánimo fruto de la inactividad o de la incapacidad del paciente.

En primer lugar quisiera recalcar que, sobretodo para el personal sanitario, es importante escuchar qué es lo que le preocupa al enfermo, ya que muchas veces cuando empieza a hablarnos de esto cambiamos rápidamente de tema: “-Bueno, bueno,... ¿y la barriga cómo va?”, cuando el escuchar y consolar al enfermo puede ser más importante que si tiene que tomar una cefalosporina de tercera generación o una quinolona. Si no, caemos en la tentación de que sólo curamos cuerpos y no personas... es evidente que debemos curar también el cuerpo, pero no podemos olvidar que también es una persona.

Nos encontramos en una sociedad altamente pragmática y competitiva. Esto, que no por fuerza debería ser malo, ha llegado a convertirse en una obsesión de nuestra sociedad, en la que quien no produce debe ser marginado y rechazado. Hace tiempo que el hombre superó el estadio evolutivo del Homo faber, para llegar a ser el Homo sapiens, sin embargo, muchas veces lo olvidamos y despreciamos a los ancianos porque son una carga, cuando deberíamos tenerlos muy en cuenta, ya que son la voz de la experiencia, del saber (véanse culturas como la china o de algunos pueblos tribales de Africa, dónde el anciano se venera y tiene un papel social muy importante).

Todo esto ha convertido al enfermo incapacitado (ya sea por edad o por invalidez), en una persona sin sentido, ya que hemos asociado nuestra misión en este mundo en nuestro quehacer profesional. Quisiera hablar en este contexto de Vicktor Frankl, un psiquiatra alemán y judío, discípulo de Freud y Adler, que sobrevivió a un campo de exterminio nazi durante la segunda guerra mundial. Frankl fundó la logoterapía, que consiste en decir, en contraposición a la voluntad de placer de Freud y la voluntad de poder de Adler, que lo más importante en el hombre es la voluntad de sentido. Frankl citaba a Nietzsche que dice: “cuando hay un porque vivir, casi siempre se puede soportar cualquier como”. Después de su experiencia en el campo de exterminio, Frankl hacía más categórica esta afirmación diciendo que “si hay un porqué vivir, se puede soportar cualquier como” [3].

La única cita dedicada a la eutanasia que he encontrado de Frankl, es la siguiente: “Decimos por encima de cualquier condición y circunstancia, como puede ser la enfermedad, incluso la enfermedad incurable y la enfermedad mental incurable, lo que a su vez quiere decir: la vida humana es digna de ser vivida, aun en los casos en que más bien pudiera parecer que es una “vida que no merece la pena”, y que solamente la eutanasia está indicada” [4]. Queda por tanto muy clara su posición al respecto.

Nuestra actitud ante la desesperanza y frustración del enfermo debe ser ayudarle a encontrar el significado y sentido de su dolor (que debe ser tratado) y su sufrimiento. Es difícil poder decir aquí una solución general, ya que cada caso es que cada caso y deberán valorarse creencias religiosas, qué daba sentido antes a su vida, existencia o inexistencia de apoyo familiar, rol social, qué cosas puede hacer todavía,....



1.3. Depresión

Nos encontramos ante una enfermedad psiquiátrica que tiene un tratamiento médico. Es importante tener en cuenta que el enfermo terminal puede estar deprimido, y una forma que tenemos de detectarlo son sus deseos de autolisis (hacerse daño). Por este motivo, quizás cuando el enfermo terminal nos está pidiendo la eutanasia, tan sólo nos está mostrando un síntoma de una nueva enfermedad que está desarrollando: la depresión.

Según un estudio realizado por el COMB (Colegio Oficial de Médicos de Barcelona), un 60% de los enfermos terminales están deprimidos, de los cuales un 25% están muy deprimidos [5]. Así, pues, su prevalencia no es nada despreciable y debemos tenerla muy en cuenta, ya que, este trastorno psiquiátrico haría desaparecer la supuesta autonomía del enfermo para pedir la eutanasia si esta se legalizara.



1.4. Motivos Familiares

Es evidente que existen familias ejemplares y heroicas, que cuidan de sus enfermos con una dedicación digna de todo elogio. Sin embargo, cada vez más abundan las familias que declinan sus responsabilidades de apoyo al familiar enfermo al personal sanitario, como si ellos debieran ser los únicos encargados de consolar al enfermo.

Es sorprendente, por ejemplo, ver como en verano, cuando se acercan fechas como el 15 de julio y agosto o primeros de agosto (momento en el que muchas familias empiezan vacaciones) los hospitales pequeños se llenan de abuelos y se convierten en residencias geriátricas de verano.

Es lógico, por tanto, que los enfermos, sobretodo ancianos, se vean, fruto de esta actitud de los familiares hacia ellos, como una carga, una molestia, algo que impide que sus seres queridos (aunque este amor no sea correspondido) hagan su vida y disfruten de ella. Por tanto, una vez legalizada la eutanasia (si algún día llega este día), deberá tenerse muy en cuenta hasta que punto los enfermos terminales no piden la eutanasia para evitar “molestias” a sus familiares y no para evitarse ellos dolor y sufrimiento (aumentado seguramente por esta actitud fría y distante de sus seres más allegados).

Un capítulo aparte es el papel de los familiares ante los enfermos terminales que no pueden ejercer su autonomía (fruto de un coma o una demencia grave por ejemplo). No sería ético ignorar las decisiones de los familiares, si estos son los representantes del enfermo. Sin embargo, el médico también debe recordar que debe defender los derechos del enfermo si los familiares se oponen a ellos. Yo ya he visto más de un caso de querer acelerar la muerte para poder hacer el entierro antes de las vacaciones e irse tranquilos de vacaciones el resto de la familia. Todo ser humano tiene derecho a seguir viviendo hasta que el cuerpo ceda por sí solo.



1.5. Pérdida de la trascendencia

Daré comienzo a este último motivo de petición de eutanasia con un ejemplo positivo. Recuerdo que durante mis prácticas de cardiología, en el hospital Mutua de Terrassa, tuvimos una enferma de 75 años, con una insuficiencia cardíaca grado IV (la más severa) que estaba al máximo de tratamiento farmacológico y que no podía recibir un trasplante cardíaco dada su edad y otros factores de riesgo (obesidad mórbida entre otros). La señora en cuestión se pasaba un mes en el hospital y cinco días en casa, tiempo que tardaba en volver a descompensarse. Según muchos, esto sería un ejemplo claro de mala calidad de vida. Sin embargo, la enferma le comentaba a la doctora que la tenía que mantener con vida un año más, ya que dentro de un año se casaba su nieta, y que ella quería mucho a su nieta y no podía faltar a su boda.

Pienso que este es un buen ejemplo de mantener la trascendencia en la enfermedad. La paciente se olvida de sus problemas y piensa en su nieta, a la que quiere con locura, y por ella soporta su enfermedad y sus consecuencias (el amor a su nieta expresado en el deseo de asistir a su boda da sentido a su enfermedad).

Si quisiéramos un ejemplo negativo, es decir, de alguien que se cierra en sí mismo y en su dolor, recomendaría la lectura del libro Crimen y Castigo de Fiodor Dostoievski. Cuando nos cerramos en nosotros mismos acabamos por incrementar nuestro dolor y sufrimiento y amargándonos, y una vida amargada la verdad es que no merece mucho la pena vivirla. La solución no es matar al paciente, sino ayudarle a salir de sí mismo, mostrarle que nos preocupamos por él y que él puede preocuparse por nosotros y los que le rodean.

Finalmente, un breve comentario sobre la dimensión religiosa. Pienso que puede ayudarnos mucho la siguiente cita: “Así encontramos enfermos que mantienen viva la relación con el más allá de su muerte: supervivencia, relación con Dios. Y piden dialogar sobre estos temas que, a veces, les producen preocupaciones, nerviosismo o también esperanza. Todos los miembros del equipo sanitario hemos de saber mantener un diálogo satisfactorio con los enfermos en estos temas vitales, de matiz filosófico y religioso. Cuando el diálogo del profesional con el enfermo presenta dificultades, entonces es el momento de llamar al asistente religioso como “especialista” en la materia” [6]. Pienso que no hace falta decir nada más al respecto.



Conclusiones:

Cinco son los principales motivos que pueden conducir al enfermo a pedir la eutanasia: el dolor y/o sufrimiento, el sentimiento de inutilidad, la depresión, la relación con los familiares y la falta de trascendencia o cierre en uno mismo.

Existe tratamiento farmacológico y quirúrgico eficaz para el dolor, hecho que hace innecesario el planteamiento de la eutanasia como método para evitar dolor al enfermo.

Debemos recordar que tratamos personas enfermas y no sólo cuerpos enfermos. Por tanto, a parte de curar, debemos también aliviar, consolar y ayudar al enfermo a encontrar un sentido a su situación actual de paciente.

La depresión es muy frecuente en los estadios terminales de las enfermedades. Debemos considerar hasta que punto cuando el enfermo nos pide la eutanasia no nos está diciendo que está deprimido o que quiere más atención.

Debemos tratar también a los familiares y hacerles ver que desarrollan un papel muy importante en el proceso de curación del enfermo, así como de su felicidad en sus últimos momentos de vida terrenal.

No podemos permitir que los enfermos se cierren en sí mismos y hagan incrementar su sentimiento de soledad y sufrimiento. Debemos estar preparados para mantener conversaciones sobre el más allá con nuestros enfermos y pedir ayuda a sacerdotes, pastores, rabinos,... cuando superen nuestros conocimientos o capacidad.

La eutanasia nunca debe considerarse como un tratamiento médico adecuado, ya que existen terapias eficaces que hacen innecesaria su aplicación, además de ser un crimen que va contra los más elementales principios de la bioética, como son el de no maleficencia y el de beneficencia (acabar con la vida del enfermo nunca es bueno, aunque elimine drásticamente el dolor, ya que hay otros métodos eficaces), además de vulnerar algunos de los principios elementales de la buena praxis médica como son el “primum non nocere” (primero no hacer daño, como por ejemplo acabar con la vida) y los códigos deontológicos médicos, como el juramento hipocrático (“nunca daré un veneno a un paciente aunque me lo pidiere”).



Agradecimientos:

Este artículo es fruto de la conferencia titulada “Final de la Vida” impartida en el curso “Dignidad Humana y Práctica Médica”. Este curso se desarrolló en la Facultad de Medicina de la Universidad de Barcelona y fue organizado por ABEM (Asociación Bioética de Estudiantes de Medicina).

Agradecer la colaboración en la preparación de esta sesión del Dr. Joan Vidal Bota (MD, PhD, Especialista Cardiólogo Pediátrico, Máster en Bioética por la Universidad de Barcelona, Presidente de ACEB (Asociación Catalana de Estudios Bioéticos) y de Santiago Fernández Burillo (Filósofo, Máster en Bioética por la Universidad de Murcia y miembro de ACEB). También agradecer la colaboración del Dr. Antonio Villalonga (Jefe del Servicio de Anestesiología y Jefe de la Clínica del Dolor del Hospital Josep Trueta de Girona y Director de la Revista de Anestesiología de España) por sus aportaciones en la conferencia que han permitido mejorar este artículo.



Bibliografía:

DOSTOIEVSKI, Fiodor: Crimen y castigo.

FRANKL, Viktor E.: El hombre en busca de sentido. Existen numerosas ediciones.

FRANKL, Viktor E: La idea psicológica del hombre. (Madrid: Ediciones Rialp), pág. 166

JOCHENSEM, Dr. H. 1996 “Eutanasia: la situación en Holanda y una evaluación crítica”, en Cuadernos de Bioética 27, 3º, pp. 297-310.

VVAA. 2000 Quaderns de la bona praxis, Guia d’actuació en la situació d’agonia del malalt terminal. (Barcelona: COMB), pág. 19.



* Estudiante 4º medicina (Universidad de Barcelona). Vocal y Socio Fundador de ABEM (Asociación Bioética de Estudiantes de Medicina).



NOTAS

[1]No es el momento aquí de hablar de ellas, ya que nos extenderíamos demasiado y tampoco es el tema que tratamos. Sin embargo, para quien quiera saber más sobre este tema le recomiendo la información contenida en la página web http://www.pain.com, donde encontrará cursos, artículos,... dedicados exclusivamente al dolor y a su tratamiento. También hay que tener en cuenta que existen los cuidados paliativos, que pretenden mejorar la calidad de vida del enfermo terminal, aunque no podamos curar al enfermo.

2 JOCHENSEM, Dr. H. 1996 “Eutanasia: la situación en Holanda y una evaluación crítica”, en Cuadernos de Bioética 27, 3º, pp. 297-310.

3Recomiendo la lectura de su autobiografía en los campos de exterminio nazi. FRANKL, Viktor E.: El hombre en busca de sentido. Existen numerosas ediciones.

4 FRANKL, Viktor E: La idea psicológica del hombre. (Madrid: Ediciones Rialp), pág. 166.

5 VVAA. 2000 Quaderns de la bona praxis, Guia d’actuació en la situac ió d’agonia del malalt terminal. (Barcelona: COMB).

6VVAA. 2000 Quaderns de la bona praxis, Guia d’actuació en la situació d’agonia del malalt terminal. (Barcelona: COMB), pág. 19.

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