miércoles, 21 de octubre de 2009

Entrevista al Dr. Ramón Valls Plana, Profesor de Filosofía de la Universidad de Barcelona.

(Preguntó M. A. Paz y Miño, Director de la RBPI)


1. Los matemáticos, los científicos naturales y sociales tienen su objeto de estudio, inclusive los teólogos y psicoanalistas pretenden tenerlo. ¿Cuál sería finalmente el objeto de estudio de la filosofía?

Parto la respuesta en tres:

La pregunta, si fuera ingenua, diría simplemente: “Según usted, ¿cual es el objeto de la filosofía?” Pero su longitud la convierte en capciosa. Afirmando implícitamente que el objeto de todos los saberes particulares es suficientemente claro, aunque en algunos casos sea problemático (psicoanálisis, teología), deja a la filosofía, de entrada, en paños menores. Creo por ello que la pregunta se resiente de cientismo, es decir, de una tal admiración hacia las ciencias empíricas que las convierte en modelo de todo saber serio y les atribuye una solidez epistemológica que no tienen. Sin embargo, los auténticos investigadores de primera mano, sea cual sea el campo que cultiven, se interrogan continuamente sobre su objeto y sobre el método que están utilizando para acceder a él. En una palabra, todo saber humano está transido de problemas sobre su fundamento.

La palabra “finalmente”, presente en la pregunta, acentúa la ironía que detecto en ella. Como si el preguntante dijera: ¡A ver si por fin os aclaráis filósofos!. Pues bien, finalmente, no. Y eso es así porque ningún tipo de saber, que yo sepa, ha llegado a su final incluso en la fijación de su objeto y método. Cada día revisión, suma y sigue. Y por lo que se refiere a la filosofía, sostengo en concreto que ella consiste en una reescritura continua de sus textos, en función de las nuevas preguntas que situaciones nuevas plantean. Reescribe, por así decirlo, un libro jamás escrito. Es un saber siempre fragmentario, atraída por el ideal del saber perfecto (idea regulativa en el sentido de Kant; lo que yo he llamado libro no escrito).

Para contestar finalmente la pregunta, copio y hago mías las líneas iniciales de la Fundamentación de la metafísica de las costumbres de Kant: La antigua filosofía griega se dividía en tres ciencias: física, ética y lógica. Esta división es adecuada a la naturaleza de la materia y no hay nada que mejorar en ella. La necesaria explicación la hace Kant a renglón seguido y yo mismo la hago también en clase. Pido por lo menos una hora.



2. ¿Es inevitable que haya por los menos dos posturas -normalmente antagonicas- al abordar los problemas bioéticos (aborto, eutanasia, manipulación genética,etc.)?

Sí. En nuestra cultura y en la situación en que ella se encuentra, desde luego. En el futuro, no sé. Pienso que no sería imposible converger, pero de momento coexisten dos concepciones radicalmente distintas de la libertad humana que no permiten un entendimiento entre ellas. Yo estoy por la ley que emana de la libertad autónoma, pero veo que muchas conciencias religiosas (porque no entienden lo que acabo de decir, lo cual es compatible de suyo con la religión) siguen aferradas a la heteronomía moral. Piensan que la libertad humana no es creadora de ley, sino que ha de limitarse a secundar o cumplir la ley de otro, se llame Dios o naturaleza.



3. En relación, a la anterior pregunta, ¿mucha de la controversia dentro de la bioética finalmente puede reducirse a una cuestión de postura filosofica (digamos idealista o materialista)?

De postura filosófica o, tal vez mejor, de actitud ética ante la necesidad de vivirnos en relación con los otros y con la naturaleza. Sin embargo, no quiero pasar por alto que los adjetivos con que se califican las dos posturas son inadecuados. Son etiquetas que usaron preferentemente los marxistas pero que no sirven. Lo contrario de materialismo es espiritualismo. Lo contrario de idealismo, realismo. Pero sea como sea, la división que juzgo decisiva entre autonomía y heteronomía moral no encaja con aquellas palabras. ¡Kant no era un materialista ni un ateo, y su idealismo no hacía de él un irrealista!



4. Teorica e idealmente la ciencia está para servir a la humanidad pero en realidad mucha de la investigación -por ejemplo, la farmacológica- depende de las inversiones de las grandes corporaciones. En ese sentido, ¿no cree que una ética en pro de la vida quedará relegada -o ya lo está- ante el lucro?

Mi ética y la de muchos otros que la comparten no es exactamente pro-vida, sino pro dignidad humana. Una dignidad innata, inalienable y esencial, que no se gana ni se pierde por la conducta que uno adopte, como ocurre con otras formas sobrevenidas de dignidad, las cuales se adquieren por obrar el bien. La dignidad esencial radica precisamente en la autonomía moral. Y ese es el valor supremo que se debe promover y proteger. Que laboratorios farmacéuticos u otros intereses particulares financien investigación no puede ni debe ser incompatible con que los resultados sean pro-humanidad en el sentido indicado. Pero sí es cierto también que, si no queremos caer en el angelismo, aquellos intereses particulares, legítimos de suyo, han de ser disciplinados, corregidos o reconducidos por el poder político porque ni la utilidad ni el lucro son el valor supremo.



5. ¿Cree Ud. que con el alto nivel cientifico-tecnológico y económico alcanzado en el mundo desarrollado que muchos de los gravísimos problemas que afectan a la mayor parte de la humanidad podrían solucionarse?

Todos y del todo, lo dudo mucho. Desde luego de hoy para mañana, no. Pero eso se debe al déficit de poder político, fragmentado en mini espacios que los medios actuales de comunicación hacen ridículos, perdido en tareas que podría y debería dejar a organizaciones inferiores y corrompido por el dominio que ejercen sobre él los intereses de lo que, demasiado elogiosamente, se llama sociedad civil.



6. ¿Por qué a pesar de ese alto nivel científico-tecnológico y económico del mundo desarrollado persiste -aunque en menor medida que en el Hemisferio Sur- la tendencia a creer en la superstición y lo paranormal?

La respuesta más sencilla es porque abunda la incultura, porque la educación en la racionalidad y en la mayoría de edad, que la autonomía moral implica, ha sido y es muy deficiente. Porque las religiones en buena medida no han entendido a la modernidad y, viendo en ella al enemigo, en vez de ver en la autonomía moral la continuación más lógica del espíritu cristiano, no han dejado de hacerle la guerra. El caso es que el cristianismo eclesiástico pierde necesariamente la adhesión de la masa y que ésta, abandonada a su triste suerte, se refugia en los falsos consuelos de las creencias supersticiosas y de los ritos sectarios.

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